Empezamos un Nuevo Año. Después de unos días de fiestas, comidas y familia volvemos a la vida normal con nuevos propósitos y deseos, queriendo cambiar lo que nos va mal y a veces también lo que nos va bien, siempre queremos cambiar y es lo lógico, pues aunque no seamos conscientes de ello, estamos condenados a evolucionar. Condenados porque sólo se evoluciona desde el aprendizaje, casi siempre desde el dolor y el sufrimiento, aunque estos conceptos no estén bien interpretados, pues los entendemos desde la subjetividad y no los comprendemos como experiencias vitales que nos ayudan a evolucionar y caminar sobre este maravilloso planeta al que tanto daño hacemos.

Pero sobre todo, las esencias nos ayudan y acompañan en el proceso de curación, nos dan alivio y compresión del camino que hemos tomado. Y aquí es donde juega un papel importante la participación del individuo en el proceso de curación. Me quiero sanar nada más, ¿o además comprender y trascender la enfermedad?. Si estamos dispuestos, las esencias nos ayudan a entender el porqué y a ver las consecuencias de nuestros actos, y estaremos en disposición de poder interactuar con todo cuanto nos rodea. La vida pasará de ser una lucha a ser una experiencia maravillosa donde todo lo de fuera será un reflejo del propio ser y todo estará bien. Nos conformaremos con menos y tendremos más.