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Mayo de 2016

Blog José de las Heras, enero 2014  

José de las Heras

Instructor de Chikung, terapeuta Floral de Flores de Bach y Esencias Áureas 
03-05-2016



El segundo cerebro


Siempre se ha relacionado en el lenguaje cotidiano a la mente con el estómago, decimos que se nos hace un nudo en el estómago cuando estamos nerviosos o asustados, notamos mariposas en el estómago cuando estamos enamorados, nos entra ganas de ir al baño cuando estamos nerviosos o tenemos miedo, no tragamos algunas ideas. En papiros egipcios de unos cuatro mil años de antigüedad, como el papiro Edwin Smith, documento médico de la dinastía XVII, que se encuentra en la Academia de medicina de Nueva York, se dice que los sentimientos se localizan en el sistema digestivo.

Y es que tenemos un segundo cerebro en el intestino, en el que se alojan unos 100 millones de neuronas, que viene a ser como el tamaño del cerebro de un gato. El sistema digestivo cuenta con una extensa red de neuronas, el sistema nervioso entérico (SNE), situadas entre las dos capas musculares de las paredes del sistema, muy superior a las de la médula espinal. Esta red neuronal, como la del sistema nervioso central, envía y recibe impulsos, recuerda experiencias, aprende, responde a las emociones y produce neurotransmisores.

El flujo de mensajes desde el vientre a la cabeza supera al que llega del cerebro al estómago y el 90% de las fibras del nervio vago transmiten señales en dirección al cerebro. El cerebro afecta al intestino y el intestino al cerebro.

El Dr. Michael Gershon, profesor y director del Departamento de Anatomía y Biología Celular de la Universidad de Columbia de Nueva York, señala que el sistema nervioso entérico (SNE) además de neuronas, contiene todos los neurotransmisores que hay en el cerebro. Por eso se ha denominado al aparato digestivo segundo cerebro, ya que el cerebro no sería el único protagonista relacionado con nuestras decisiones, estados de ánimo o comportamiento. 

Su red neuronal no elabora pensamientos, pero influye en el estado de ánimo y hasta en el sueño. El 95% de la serotonina, unos de los neurotransmisores más importantes del cuerpo, se encuentra en el intestino.

Emeran Mayer, profesor de Fisiología, Psiquiatría y Ciencias del Bio-comportamiento de la Universidad de California, dice que una gran parte de nuestras emociones probablemente se vea influida por los “nervios de los intestinos”.

En el mismo sentido, Gershon afirma que el bienestar emocional cotidiano quizá también dependa de mensajes que el cerebro intestinal envía al cerebro craneano.

Guido Lantorno, jefe de la Unidad de Motilidad Digestiva del Hospital Bonorino Udaondo, cree que aunque de modo indirecto, a través del eje cerebro-intestinal, el sistema nervioso entérico puede influir en situaciones emocionales y en otros síntomas como la hipersensibilidad al dolor. Mediante tomografías computarizadas por emisión de positrones pudo comprobarse que, ante un estímulo en el intestino de personas con afecciones funcionales del aparato digestivo, reacciona un sector del cerebro diferente del que reacciona en personas sanas.

Esto significa que la corteza cerebral responde de diferente modo si se padece, por ejemplo, el síndrome de colon irritable”, dice Lantorno.

Según Gershon “El sistema nervioso entérico le habla al cerebro y este le responde.

El intestino puede afectar el humor, y la estimulación del nervio vago, que conecta al cerebro con el intestino puede ayudar a aliviar la depresión, y es usado para tratar la epilepsia”.

Sin embargo se deben evitar confusiones: el segundo cerebro no es sede de pensamientos conscientes ni de toma de decisiones. Según la revista de divulgación científica Scientific American , gran parte de la potencia neurológica del segundo cerebro se concentra en la ardua tarea diaria de la digestión.

Algunas bacterias intestinales prefieren consumir grasa, por ejemplo, mientras que otras prefieren azúcar. Investigadores de la Universidad de California, dicen en su investigación publicada en la revista BioEssays, que las bacterias podrían tratar de manipular activamente su entorno para su propio beneficio, modificando nuestro comportamiento mediante los alimentos, dando lugar a aversiones alimentarias o sentimientos de angustia que sólo se satisfacen con el consumo de ciertos alimentos.

Aunque no se ha podido demostrar esta manipulación, en un estudio realizado se encontraron diferentes metabolitos microbianos en la orina de personas que les gustaba mucho el dulce en comparación con otras a las que les era indiferente el dulce, incluso cuando ambos grupos fueron alimentados con dietas idénticas.

Las bacterias intestinales pueden incluso condicionar la personalidad, en un experimento con ratas se ha demostrado que tras inyectar a individuos sanos la microbiota de otros individuos con rasgos autistas, las primeras desarrollaron el mismo comportamiento antisocial. De esta manera se puede modificar la forma de ser o de pensar sin que sea a través del cerebro. Dos que duermen en el mismo colchón…

Parece ser que las bacterias pueden liberar moléculas de señalización que afectan a la actividad del nervio vago (ver artículo sobre el nervio vago), que va desde el intestino a la base del cerebro.

El doctor Fernando Carballo, presidente de la Sociedad Española de Patología Digestiva, afirma que cambiar la flora bacteriana intestinal predeterminada puede variar la conducta. Con un cambio de dieta que estimule los intestinos se pueden curar determinadas enfermedades neuronales, según el doctor. Los trasplantes fecales han sido más eficaces que algunos antibióticos para curar enfermedades como el colon irritable.

Carlo Maley: “Nuestras dietas tienen un enorme impacto en las poblaciones microbianas en el intestino”. “Es todo un ecosistema, que evoluciona en una escala de tiempo de minutos.”

El estudio confirma que el cambio de la composición del microbioma, ya sea a través de cambiar la dieta o el consumo de prebióticos o probióticos por un lado, o la toma de antibióticos por el otro, podría tener grandes implicaciones para la salud. Según Aktipis “Apuntando al microbioma se podrían abrir posibilidades para la prevención de una variedad de enfermedades, como la obesidad y la diabetes o los cánceres del tracto gastrointestinal”. “Sólo estamos empezando a arañar la superficie de la importancia del microbioma para la salud humana.”

Debemos escuchar más a nuestro sistema digestivo, si aprendemos a identificar sus señales estaremos más sanos, perceptivos y equilibrados. Hay un intercambio de información entre los dos cerebros. Empezar a reconectar, sentir, entender lo que te sienta mal, ser consciente de lo que comes y cómo te hará notar un cambio en quince días. La gente que escucha su aparato digestivo, se hace automasajes y sabe comer, transmite más equilibrio, comprensión, paciencia y son más intuitivos. Cuando hacemos esto nuestras neuronas estomacales producen benzodiazepinas, las moléculas que usamos como ansiolíticos para relajar e inducir el sueño y para descontracturar músculos. Hay muchas sustancias químicas que producimos y cuando no somos capaces de liberarlas manifestamos depresión, ansiedad o cansancio crónico.








         
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